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      Nos gustaría, de corazón, que alguien se interesara de verdad en la sanidad española, conociera cómo se lleva a cabo el proceso de adjudicación de plazas y sintiera la impotencia a la que nos enfrentamos cada año casi un millar de biólogos. Estudiar para enfrentarse al examen BIR, al igual que al MIR y al del resto de especialidades, es una angustiosa carrera de obstáculos. La mayoría utilizamos años de nuestras vidas para sacarlo, estudiamos desde que sale el sol hasta que anochece, se resiente nuestra vida social y familiar, aparecen el estrés, el insomnio y, en definitiva, un desgaste físico y emocional. Nos jugamos todo a una carta, el día del examen, donde aparte del esfuerzo realizado necesitas el factor suerte para conseguir una de las poquísimas plazas que se nos concede. A la propia dificultad de la prueba se suma la injusticia que venimos observando convocatoria tras convocatoria y que queremos explicar aquí.

 

      Todos deseamos una sanidad de calidad y pública, con los mejores profesionales, los instrumentos más punteros, las mayores comodidades. Sin embargo, no nos damos cuenta de que detrás de los médicos hay muchísimo personal encargado de que el hospital funcione, incluidos los especialistas que analizan las muestras y velan por que los resultados sean correctos. Estas plazas pluridisciplinares son por las que luchamos los biólogos, con muchísimo esfuerzo y tesón. Nos indignamos cuando, ante nuestros ojos, estas plazas ansiadas por los biólogos, son desechadas por otros profesionales, son elegidas como última opción por no ser de su agrado, o son consideradas como provisionales mientras se prepara de nuevo el examen buscando mejor suerte al año siguiente. Se dejan incluso plazas vacantes que no se sustituyen, cuando nosotros las aceptaríamos de buen grado. El examen que da acceso a estas especialidades comunes no es común, paradójicamente, y todavía se diferencia a los médicos, farmacéuticos, químicos, biólogos... cuando realmente optamos a las mismas plazas y al mismo puesto de trabajo.


      Solucionar esto puede no ser tarea fácil, pero de algún modo hay que resolver la situación, pues no entendemos por qué existen titulaciones de primera clase y de segunda. Â¿Alguien nos puede explicar por qué vale menos una carrera de biología que una carrera de medicina o farmacia para acceder al mismo puesto de trabajo? ¿Por qué se hacen distinciones en los exámenes y no nos dejan demostrar que estamos igual o más preparados que el resto? ¿Por qué en una sociedad donde la igualdad de oportunidades debe ser un principio básico sigue habiendo estas injusticias en el acceso de los diferentes profesionales sanitarios a la sanidad pública? Se trata de asegurar igualdad de condiciones, un examen común para todas las titulaciones cuando el desempeño futuro vaya a ser idéntico y unas plazas que se repartan entre los que más preparados estén, vengan de la titulación que vengan. 

 

      Muchos cursamos nuestra carrera porque adoramos el trabajo de laboratorio y cuando intentamos acceder a la sanidad, un ámbito en el que podemos desarrollar nuestra formación con excelencia, nos damos cuenta de que somos tratados como profesionales de segunda categoría en áreas en las que profundamente sabemos que tenemos, como mínimo, la misma cualificación. Desde aquí queremos reclamar la atención que nos merecemos y que se valore el potencial que año tras año se desaprovecha.

 

 


Fdo: Una bióloga que pese a los obstáculos no se arrepiente de haber estudiado la carrera por la que verdaderamente tiene pasión.

Nacemos para luchar por un BIR justo y para defender nuestro trabajo

Ancla 1
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